"Es hombre, déjenlo ser"; ¡déjenlo, nueces! estoy harta de escuchar tanto prejuicio absurdo y sexista. Nuestra sociedad, retrograda y altamente machista, es un papá permisivo que brinda total libertad a su hijo predilecto, un tipo de libertad que más se asemeja a libertinaje, puro y vomitivo libertinaje. De manera contrastante, es más bien un progenitor altamente autoritario, incomprensivo y represor para su segunda, pero no menos importante hija. La reprimida niña no desea jamás ser una copia fiel del hermano enaltecido e infundadamente premiado; lo único que hizo bien fue nacer hombre, bastó ese detalle para abrirle las puertas de un mundo sin reglas, sin restricciones y sobretodo sin cadenas. Entonces, su confundida hermana se cuestiona, se examina frente a un espejo tratando de encontrar la falla en ella, rebobina su mente, tratando de ubicar que falta cometió, insiste en el pasado y no entiende cual fue su error; solo sabe que la culpan, la critican, la señalan y la observan; otra vez, se pregunta ¿cuán grave fue el error?
Vivimos en una cárcel, de barrotes imaginarios, repleta de guardias que vigilan día y noche, hora tras hora, cada uno de nuestros movimientos, cada uno de nuestros gestos, cada persona de nuestro entorno, nuestras posturas, todo, absolutamente todo de nosotras. Cargamos con la condena del remordimiento de nuestras acciones, pues para nosotras, está penado sentir, amar, seducir, resaltar, ser bellas, revelarnos y sobretodo buscar la independencia. Nuestra condena es eterna, porque incluso nos juzgamos entre sí, en vez de apoyarnos y defendernos; nos tachamos de mil cosas caemos en "machismo" somos parte de ellos y sus ideas agresivas hacía nuestro ser. Me gustaría poder liberarme, pero el amor me ata, me encadena y otra vez soy parte del encierro.
Creía haberme desligado de lo terrible de ser la hija defectuosa de una sociedad altamente prejuiciosa; sin embargo, me equivoqué. Me enamoré y regresé a mi claustro; una vez más atada a la supremacía de alguien que cree tener el poder, tan solo por ser hombre. Inconscientemente, yo lo hice poderoso; yo le demostré que podía ser quien quisiera y a pesar de todo, seguiría siendo suya. Le enseñé que mi amor era infinito, mientras el abusó, dañó, lastimó pues gozaba de la certeza de considerarlo irrompible. Más no quebró el sentimiento, pero si mi corazón, que se hace trizas lento, lento y doloroso corazón herido. Yo no nací débil, el llanto me deshidrató, me volvió vulnerable, me dejó susceptible; me convirtió en lágrimas, me convertiste en lágrimas. Dicen que lo que no te mata, te hace fuerte, sin embargo, creo estar muriendo sin notarlo, sin hacerlo evidente, pues no me siento más viva, pues no crecen mis ganas de salir de aquí, pues no hay razón para dejar de dormir.